A las 19,52 del día de ayer, el ex presidente Fernando de La Rúa, abandonó la Casa Rosada en helicóptero en medio del llanto de algunos de sus ministros.
Se fue tal como gobernó, escuchando consejos equivocados, cerrado en su ostracismo, como cuando dejó que Chacho se fuera. Invitó, en su discurso de las 16,10 del día de ayer, a participar al P.J. en un gobierno de unidad nacional y amenazó con su renuncia. Ya era tarde, esa invitación debería haberla hecho el miércoles. El discurso, fue patotero y fuera de lugar, calificado por uno de sus íntimos, como tan autista como el del Miércoles en el que declaró el estado de sitio e instaló la desobediencia civil en el país.
La actitud de falta de apoyo de sus ministros, fue igualmente tomada por los gobernadores, por lo que el ex presidente, en compañía del canciller Alberto Rodríguez Giabarini, se dispuso a redactar su breve renuncia de puño y letra, por sugerencia de éste y la envió luego por fax a la gobernación de San Luis donde el PJ se hallaba reunido. De la Rúa entendió que los cacerolazos del miércoles a la noche eran un mensaje popular inapelable. Se tenía que ir ya para evitar males mayores y más muertos.
Luego saludó a los pocos ministros y empleados que permanecían en Casa Rosada, e incluso se tomó instantáneas con algunos de ellos que querían contar con una imagen de su último día en el “poder”. Se lo veía abatido, y tenía los ojos colorados, se cree que habría llorado. Consultó con ana, su secretaria de toda la vida, si había guardado todas sus pertenencias, tan obsesivo como siempre.
Tres minutos antes de subir a la terraza, De la Rúa salió de su despacho principal y llamó al fotógrafo de Presidencia Víctor Bugge. "Vení, sacame la foto
que me tenés que sacar", le dijo antes de sentarse en su escritorio.
“Confío que mi decisión contribuirá a la paz social y a la continuidad institucional de la República”, se justificó. Se subió al helicóptero y se fue, recordándonos, a los Argentinos, la lamentable imagen de Isabelita, yéndose engañada en el 76.
Su familia lo esperaba en Olivos, “Estoy echo mierda” –dijo apesadumbrado Antonito a un ex funcionario del gobierno amigo suyo.
En Plaza de Mayo, las protestas continuaban, y también la represión sin límites. En toda la capital federal, se multiplicaban los saqueos y los muertos producto de la salvaje represión. Es que el pueblo Argentino comenzó a hacerse escuchar y la clase media, ofuscada por la bancarización salió a las calles para reclamar por su dinero al grito de “Que se vayan todos”. “No nos echó el Fondo, ni el PJ. Nos echó la clase media”, señaló un ex funcionario.
Imágenes de los cacerolazos y la feroz represión circularon en medios internacionales, y ya es notoria la inestabilidad que sufre el país: alto índice de desempleo, insatisfacción de las demandas sociales, total descreimiento hacia los políticos tradicionales, inseguridad, ahorros sin posibilidad de ser extraídos por sus dueños... un real y absoluto caos. Esta situación, es la resultante de una falta de gobernabilidad, el gobierno no pudo generar unidad con nulo apoyo del congreso, con mayoría justicialista y también en la incapacidad de generar confianza hacia el FMI. ¿Acaso esta inestabilidad no sólo habría sido generada por la falta de aptitud del ex presidente, sino también por el deseo de poder de la oposición?
Ahora, el gobierno pasará a manos del peronismo. Hoy, la Asamblea Legislativa decidirá si Puerta o Rodríguez Saa tomarán el poder. Se comenta, que los próximos pasos serían devaluar o dolarizar y ya estarían conversando con los sectores productivos.
11 septiembre 2007
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