11 septiembre 2007

¡Intercambio, diversión, riesgo y mucho más!

Todos estos ingredientes fueron los que caracterizaron a este evento del que participaron alrededor de 50 personas de EEUU, Méjico, Panamá, España y de toda la Argentina. En este encuentro, no faltaron risas, debates serios, amistad, amores nuevos y ya consolidados, paisajes pintorescos, anécdotas, canciones y mucha adrenalina.

El Tercer Tifloencuentro había comenzado, esta vez nos recibía la ciudad de Mendoza con sus veredas limpísimas, sus acequias, su clima frío, su gente siempre amable y sus excelentes vinos. Algunos iban con expectativas similares a las que tenían con los anteriores, pero ciertamente, este encuentro tenía un alto contenido de aventura y riesgo. Unos directamente tacharon las casillas que decían rafting, tirolesa o rapel, pero a otros, les despertaba curiosidad, además de nervios, la posibilidad de animarse.
Y así comenzábamos, con el clima que nos jugaba una mala pasada y debimos postergar el rafting, pero eso no nos amilanó, propusimos la actividad fuera de programa de hacer parapente. Si, eso que es como un paracaídas pero que te mantiene suspendido en el aire, y volás, y con tu cuerpo acompañás sus movimientos, realmente es mágico. Quise comentar mi experiencia de haber volado en el 2000, en el Bolsón, y parece que a algunos intrépidos los entusiasmó. Rejuntamos diez valientes, y ahí nos fuimos al cerro arcos, con Nito y su grupete de instructores. El clima francamente no ayudaba, las nubes tapaban el cielo y, según nos decían los instructores, verían menos que nosotros si volábamos en esas condiciones. Así que había que calmar la ansiedad y el frío y esperar. Mientras charlábamos, comíamos una que otra empanada, y hacíamos declaraciones para la posteridad del tipo testamento, por si algo pasaba. Y no pasó, todo fue como lo planeábamos, excepto algún aterrizaje apresurado, pero todos lo disfrutaron y coincidieron conmigo en lo grandioso que es ese deporte extremo en el que una vela inflada con el viento, y una cantidad enorme de hilitos, que así finitos y todo como se ven, soportan 120 kilos y te sostienen en el aire. El parapente, es un ala flexible en cuya parte inferior van unidos unos hilos de aleación de keblar o suspentes que convergen en dos puntos donde a través de unos mosquetones se fijan un par de sillas en las que se va volando, cómodamente sentado sujeto mediante un arnés.
Todos estábamos felices, Mily Ochoa, de Méjico, me dijo después que nunca se olvidaría de haber volado, y con eso, logró aplacar el malestar que le generaba el frío, Julián Mega ya planeaba más actividades de turismo aventura, Marisí todavía no creía haberse animado y Rocío Mondaca, le componía la canción del Ceniciento a Carlos, su cuñado, que perdió una zapatilla en el despegue. Ana Bravo, estaba feliz al fin pudiendo hacer algo de lo que tenía ganas hace bastante, y Cristina Sánz hablaba con uno y otro por celular, dejando ver perfectamente su emoción por haber volado. Yo, de mi, mejor ni hablar, con las piernas un tanto lastimadas porque cambió el viento en el aterrizaje y caí bruscamente sobre un alambrado qué ¡no saben como lo dejé!... Pero feliz, porque ¡otra gente se sumaba a mi locura!
Luego se sucedieron 2 días de tranquilidad, en los que a lo sumo, alguno que otro ha bebido más de la cuenta en las bodegas. Algunos mostrándose contentos y cantando, y otros con ataques de risa o excesiva efusividad. Pero por esos días, reinaba la tranquilidad respecto de turismo aventura.
El Miércoles, a las 7 de la madrugada salimos rumbo a Uspallata, ciudad a 2 horas de viaje desde Mendoza, junto con Flavio, (quién organizó las actividades de turismo aventura del encuentro) que ya se animaba, luego de una charla que tuviéramos en el hotel, a proponer una clase de esquí.
En Uspallata, comenzamos haciendo trecking, algunos, los más perezosos optaron por el caballo, que dejó, dado la distancia, algunos dolores un tanto molestos, otros, caminamos y caminamos, a la ida en subida, y a la vuelta con una ventolina que nos llevaba. David con Mila, su perra guía, encabezaba la comitiva, también Eve y Carlitos Pici estaban déle caminar, y Adelina Mahone, junto con Martín, no se quedaban atrás.
Por la tarde, no cansados con las actividades mañaneras, algunos fueron a potrerillos para hacer tirolesa y rapel que se realizan saliendo de una base en una montaña quebrada que forma una pared natural de 30 metros de altura. La tirolesa es deslizarse a través de cables de acero a los que te enganchás nuevamente subido a un arnés, por medio de dos mosquetones a una polea, desde la quebrada hacia un cerro que está en frente. Rapel es descender mediante cuerdas, una pared de 30 metros, uno debe ubicarse en posición horizontal de espaldas al piso y perpendicular a la pared, como si estuviese parado en ella, y, desde esa posición se desciende yendo hacia atrás. A pesar de que son actividades de riesgo, el dar bien las indicaciones y estar atentos fue determinante para el éxito y disfrute del grupo que hasta llegó a repetir alguna de las dos actividades. La mayoría decidió repetir el rapel, porque como bien explicó Julián, “te permite ir manejando vos la soga, en la tirolesa vos te dejás llevar, pero en rapel vas descendiendo con tus tiempos y a tu ritmo”. La segunda vez, ya muchos se animaban a ir más rápido, más confiados. Incluso nuestro señor presidente, que no suele hacer esas actividades, ¡anduvo por las alturas!, especulando con la caída de Marisí entre risas y bromas. Lucas, soportador técnico de muchos usuarios, nos cuenta: “La sensación es increiblemente tensa al principio, pero de a poco uno le va agarrando la mano, pudiendo bajar a los saltos, balanceandose en las cuerdas y aflojando para bajar en el momento en que no está pisando la montaña”.
Mientras tanto, los menos intrépidos, visitamos la comunidad Huarpe donde charlamos con Matías y nos contó algunas cosas de sus tradiciones y en los aspectos que se integrabas socialmente y en los que diferían.
Al otro día ¡era el turno de la nieve!, infaltable. Algunos jugaron en la nieve, y otros, nos atrevimos a ponernos los esquíes. En la nieve libre, hubo guerra de bolas de nieve, se dice que algunos recibían más bolazos que otros, y también que alguna que otra señorita se hallaba sumamente entretenida armando una estatua que, muchas otras adoraban. También, un grupo armó un “Ciego de nieve”, al que no le faltaron anteojos oscuros, bastón y hasta un cigarro en la boca.
Los esquiadores fuimos a la pista Aconcagua Squí, y con Claudio, nuestro súper instructor que, sin cobrar nos enseñó, sólo porque quería vivir la experiencia de enseñar a personas ciegas, nos animábamos de a poco a subir la pendiente y bajar tratando de no caernos. Alguno aterrizó a poco de ponérselos y comenzar a subir la pendiente, yo decidí dejar la caída para el final, mientras trataba de desenredar mis esquíes de los de Martín, con quien me iba a sacar una foto. Cacho se divertía a pesar de caerse, Ana intentaba esquiar bien y se enojaba consigo misma, porque nos salió autoexigente, Julián iba con más seguridad, porque ese sí que es un verdadero intrépido, y Marisí concluía su sesión de squí, tirada en la nieve súper relajada, por elección, y no porque ¡se nos haya caído!
Luego venía el rafting, ya nuevamente en Mendoza, nos dirigimos al río con el mismo nombre a remar y remar, a pesar del frío y la nevisca que caía, y sino ¡pregúntenle a Chui que iba escarchadísimo en el bote! Así fue, en mi balsa, la mejor, la roja, encabezada por Lucas y Julián, que recibían toda el agua que nos arrojaban los voluntarios de la balsa azul, seguidos por Chui y Paula, luego Carlitos y yo, y Eve y nuestro guía, mientras Marisa, cuál lady, sentadita me daba aliento para que reme Y retaba a Chui cuando me enganchaba su remo en el mío. Eve y Carlitos remaban incansablemente, es más, Carlitos se rehusó por completo a ocupar el lugar de Marisa porque él, quería remar.
Luego vino un reconfortante asadito para todos, menos para Chui, que ¿pueden creer ustedes que es vegetariano y ni siquiera con nuestra excelente carne Argentina logramos corromperlo?
Además del turismo hubo algunas charlas de intercambio de opiniones, donde debatimos sobre instituciones de y para ciegos, inserción e integración laboral y la ceguera como barrera social. Es de destacar la apertura y participación de las personas ciegas de Mendoza en éstas y otras actividades y también de los medios de comunicación locales que demostraron interés tanto en esta actividad como en conocer más acerca de nuestra biblioteca.
Un capítulo a parte, merece nuestro incansable grupo de voluntarios, que colaboraron, compartieron, se divirtieron y estrecharon lazos de amistad con el grupo.
Y bueno, así llegamos al final de este tifloencuentro, con una cena en la que no faltó la comida, excepto para Flavio que, por algo los mozos decidieron retirarle el plato cuando se fue a brindar, y, algo habrá hecho; los discursos; las canciones; los presentes; el tequila mejicano; lo que si faltó fue la música para bailar, a esas alturas todavía me quedaba un poquito de energía.
Y llegó a su fin nuestro III tifloencuentro, que estuvo lleno de desafíos, aventuras, sorpresas, risas, debates y todos estos condimentos a los que nos tiene acostumbrados este grupo de personas y personajes que somos parte de esta biblioteca virtual que es mucho más que eso, que es un medio no sólo para leer, sino para conocernos, acercarnos y crecer juntos.

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