Si leemos los diarios, miramos tele o escuchamos radio, los titulares principales hablan de la inseguridad. No es novedad que la hay, pero sería provechoso estudiar las causas de la misma y por qué, a pesar de que no es un problema nuevo que aqueja a nuestro país, no se hallan soluciones.
Robos que desenvocan en crímenes, ajustes de cuentas a familias enteras sin importar la inocencia de los niños, torturas, asesinatos a sangre fría, todos estos hechos tiñen de rojo la información que circula por los medios y las charlas cotidianas del común de la gente. De lado queda ya analizar quienes usan las pulseras que otorga la justicia supuestamente ante casos excepcionales como personas de edad avanzada, enfermos o mujeres embarazadas, eso ya no es noticia porque ahora lo es el triple crímen de los empresarios, que sí relacionan con una sucesión de hechos anteriores que incluyen la masacre de general Rodríguez, pero de las pulseras y de la ineficiencia de la justicia, ya no se habla. Esa justicia que no garantiza la seguridad de quienes denuncian, que hace que un homicida o un violador entre por una puerta y salga por la otra, primando los derechos humanos del delincuente antes de los de la víctima, su entorno y la sociedad toda.
Esa es la raíz, la ineptitud de la justicia, o mejor dicho de quienes debieran impartirla, y la falta de políticas públicas destinadas a incluir. Quien tiene un trabajo digno, quien tiene posibilidades de educarse no delinque, no busca robarle un auto a alguien y bajo los efectos de la droga, la que aspira seguir consumiendo y para eso roba, mata a sangre fría a su víctima.
Una jueza en Córdoba ordenó ayer, dar trabajo a jóvenes por el riesgo que corrían, por cercanía y vulnerabilidad, de ser captados por traficantes de drogas, ¿no debiera ser acaso un ejemplo a implementar?Entre tanto, las autoridades nacionales y provinciales debaten sobre la despenalización de la tenencia de estupefacientes para consumo, no quisiera pensar que mediarán intereses personales en el debate. Mientras,quienes consumen siguen muriendo, y también sus víctimas, sin importar sus edades, sus proyectos, que tienen y que no y como lo han obtenido, qué dejan al morir...
En nuestro país todo está permitido, y ese es el mensaje que se transmite hacia quienes tienen intención y vocación de delinquir. Algunos por necesidad porque quedan excluidos del sistema, y no existe ya para ellos ningún tipo de código. Otros, por ambición, porque no seamos incrédulos de pensar, como ya hemos escuchado tantas veces, que quemando las villas erradicamos el delito. En las villas, así como en Barrio Norte, Belgrano o Palermo, hay personas buenas y trabajadoras, con valores, quienes enseñan a sus hijos que sólo se construye con esfuerzo y amor, la diferencia es que todo les cuesta el triple, y a eso, se le suma una catarata de prejuicios que quienes si tenemos acceso, tenemos hacia ellos.
Hasta tanto no revisemos nuestros valores como sociedad, hasta que exijamos justicia pero no sólo en los casos que son noticia, sino justicia para ricos y pobres, para Argentinos, Estadounidenses, Paraguayos y Bolivianos, justicia sin importar quien caiga, hasta tanto dejemos de conmovernos en forma espasmódica ante algún hecho y nos pongamos los pantalones largos, asumiendo la responsabilidad que a cada uno nos cabe por cada excluído, por cada funcionario corrupto, por cada vez que miramos para otro lado, hasta tanto todo eso no ocurra, no resolveremos esta ola de inseguridad que no es una ola, sino un resultado de una inacción producto de palabras vacías bregando por derechos humanos que, evidentemente, sólo miran hacia atrás.
26 agosto 2008
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