11 septiembre 2007

De las Utopías al Éxito Individual

Subvertir. Subvertir: tr. Trastornar, revolver, alterar un estado de cosas dado, especialmente en sentido moral. ¿No suena parecido a querer cambiar el mundo?

Los militares que gobernaron nuestro país entre 1976 y 1983 buscaban la eliminación sistemática de las personas que consideraban peligrosas, y de una cultura caracterizada por la expresión de ideas, educación de calidad, lucha por participación y justicia social, por una vida mejor. El propósito de los represores era fundar una nueva legalidad, una nueva escala de valores y normas sociales.
Una de las definiciones más elaboradas acerca de la cultura se encuentra en el Informe Especial Nº 10 del Estado Mayor del Ejército, de octubre de 1977, realizado por profesionales con formación académica, entre los cuales había militares. Se la define como casi todo lo que hace el hombre, si cultura es casi todo, queda legitimado que casi todo debe ser controlado.
La persecución a la cultura se manifestó en todos los ámbitos. En la cinematografía se censuraron 120 películas y muchos actores, productores y directores debieron exiliarse. También se favoreció a quienes transmitían valores acordes a la dictadura. Un claro ejemplo lo constituye “Palito” Ortega que componía gingles, sobre todo para la marina. Esos aviones que él filmaba, tiraban gente desde el aire, elogiaba a la policía que “velaba por la Tranquilidad de los argentinos”, y degradaba a los estudiantes universitarios asemejándolos con delincuentes. En su película “La fiesta de todos” (sobre el mundial 78) participaron Sergio Renán, Hugo Sofovich, Adrián Quiroga (Mario Sábato) , periodistas oficialistas como Muñoz o Macaya Márquez, el etiquetado de progresista Diego Bonadeo, Roberto Maidana y el historiador Félix luna como parte de ese circo. Se basó en imágenes de un grupo de brasileros a las que se agregaron gags con fuerte contenido homofóbico, racista y xenófobo, reforzados con discursos políticos nada inocentes que la convierten en la película más oficialista.
La censura alcanzó también a la literatura, el hecho más trascendente fue la quema de 1500000 libros del sello Centro Editor de América Latina en un campo en Sarandí. Se sustituía la literatura “Subversiva”, por autores que imponían la ideología neoliberal conservadora que luego, se impuso en los 90 y un medio para hacerlo, fue la prestigiosa editorial EUDEBA. Los informes que calificaban a los libros, eran elaborados por intelectuales con sólida formación que trabajaban para la dictadura, y desde el punto de vista de sus intereses estaban correctamente identificados. Relata apenada la escritora Ana María Shua: "Hasta el 76' la literatura argentina era best seller. Luego, se vuelve sospechosa. Además, los escritores dejan de escribir sobre la realidad. Y cuando vuelve la democracia, nunca fue posible reestablecer esa relación entre literatura argentina y público. Y hoy el marketing quema más que el fuego. Los 90' completaron el proyecto que se quería imponer en los 70'".
En una entrevista con la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú, comenta: “Antes de la dictadura la cultura en nuestro país estaba en el mismo nivel que cualquier país del mundo. Sin embargo, durante el gobierno constitucional de Isabel Perón empezaron a aparecer las listas negras con amenazas de muerte para muchos actores y escritores. Algunos meses antes de la dictadura apareció la ley de Prescindibilidad que prohibía a los "sospechosos" trabajar en cualquier medio de comunicación en manos del Estado. ¡Todos estaban en manos del Estado! Salvo Radio Continental, Del Plata y Rivadavia. En mi caso eso me permitió recalar en Radio Continental donde se me protegió durante toda la dictadura cuando un grupo importante de periodistas ó perdió la vida ó fue encarcelado. La secretaría de Prensa y difusión vigilaba férreamente todo lo que salía al aire, era manejada por el Ejército y hablar de desaparecidos entrañaba un riesgo de vida”.
Los periodistas de la revista humor, expresaban con un lenguaje que debía leerse entre líneas lo que ocurría en el país y muchos no se atrevían a denunciar. Jacobo Timmermann dirigía la opinión y fue secuestrado durante la dictadura y liberado gracias a sus contactos y popularidad. No corrió la misma suerte Rodolfo Walsh, creador de la agencia de noticias clandestina ANCLA, que siguió difundiendo noticias luego de su secuestro tras publicar su “Carta abierta a la junta militar”.
En cuanto a la Televisión, los canales privados fueron estatizados dos años antes del comienzo de la dictadura. Durante el gobierno militar, el canal 13, quedó en manos de la marina, el 11 de la aeronáutica, el 9 del ejército y el 7, encaminado hacia las transmisiones en colores de eventos deportivos fue controlado por la secretaría de información pública, con predominio del ejército. Había tres listas: en la negra se incluía a los peligrosos, la amarilla para los más o menos y la rosa, para los que no podían trabajar por problemas morales.
En cuanto a la música, se prohibieron 250 canciones y la más popular fue Cambalache. Frente al éxito del rock nacional, se buscaba imponer a Travolta con su “Fiebre de sábado por la noche”. “Bloqueadas otras formas de compromiso, el de la música se había vuelto casi único. Apostar por la buena música era seguir siendo fiel a cierta idea de cambio. (Sólo aceptábamos la inclinación al baile en la música brasileña, en la creencia de que esa cultura tan admirada había logrado fundir con modos intemporales las brechas entre el arte y el entretenimiento”. (Sergio Pujol, crítico e historiador). A un nivel más popular, se prohibieron los carnavales y agrupaciones murgueras, dado su espíritu crítico y penetración en los estratos sociales más humildes.
El salvajismo con que la Dictadura actuó en las Universidades expresaba los intereses sociales de la clase dominante de aniquilar un importante desarrollo de propuestas alternativas de liberación nacional y social con fuerte arraigo popular. La Universidad impulsó un profundo debate político y social para la modernización curricular, amplió la participación estudiantil en la producción pedagógica y científica e inició una política de articulación de la Universidad con los sectores populares con fuerte protagonismo estudiantil generando compromiso de los jóvenes. La represión en la cultura tuvo tal intensidad que causó un claro direccionamiento ideológico en las orientaciones curriculares. Ruiz Guiñazú aporta: “Lo que buscan los gobiernos dictatoriales es obnubilar al ciudadano para dominarlo mejor. Basta con decir que, poco a poco, se fueron cerrando las Universidades con carreras "para pensar". Filosofía, Sociología, Antropología iban cerrando lentamente sus ingresos. Incluso una de mis hijas terminó Antropología con la carrera cerrada”.
En base a un estudio para establecer diferencias sobre cómo veía la juventud el mundo al momento del proceso, y cómo lo ve ahora la actual, pueden citarse algunos testimonios de especial relevancia:
“Esencialmente creo que a mi edad mis padres no se resignaban ante las dificultades heredadas de otras generaciones, sino que decidían intentar desde su lugar hacer frente a esos problemas. Ahora existen muchos jóvenes que prefieren dejar la vida librada al azahar. Si bien yo trato de imponer mis ideas, quizás por herencia de mis padres, noto que muchos de mis pares prefieren no tomar una postura activa ante la vida que llevan a cuestas”. (Andrea, estudiante de periodismo, 20 años)
“Trabajaba en Gas del Estado, me echaron en agosto del 76. En esa época iba a bailar a San Jorge, en AV. Mosconi en Devoto, los picados en el barrio y corría en moto en circuitos clandestinos de la Panamericana frente a la fábrica de ascensores Otis y en los campos de Boulogne. Colgué los estudios en cuanto comencé a trabajar, estaba en segundo año en el Tomás Guido de San Martín, a los 50 años retomé. Militaba por una Patria Justa, Libre y Soberana, pero hace tiempo que me di cuenta que fue y seguirá siendo una utopía. Previo al golpe, estaba muy de moda el rock nacional y las radios estaban obligadas a tener un porcentaje alto en la difusión de música nacional, léase folklore, tango etc. Mis favoritos eran Almendra, el eterno Charly, Pescado Rabioso, el inolvidable Papo, Piero, y algunos temas de protesta de Horacio Guaraní. Leía libros de política, como ser a Fidel, Perón, algo de Trotsky, clásicos argentinos como Borges, Carlos Guido Espano, Ricardo Guiraldes, Roberto Arlt y algunos autores de best seller, como Artur y Henry Miller. Mirá, en mi juventud también había droga, borrachos, patotas, peleas en las canchas y otras yerbas, eran en menor escala pero estaban. No tenían tanta trascendencia como ahora, ni te mataban por un par de zapatillas. La tecnología y la prensa amarillista nos tiene en todo momento en vivo y en directo con este tipo de acontecimientos. Respecto de mis hijos creo que soy un padre permisivo, son independientes, tienen valores definidos pero hay veces que piensan que la vida es un programa de TV que todo se consigue fácil y sin grandes sacrificios personales y ahí me transformo en el viejo protestón y anticuado, según mis hijas”. (Ignacio, empleado, 57)
“El autoritarismo siempre deja sus huellas. Los jóvenes sobre todo (puesto que no lo vivieron) no saben cuánto de autoritarismo hay, muchas veces, en la violencia. Olvidan que nuestra libertad termina donde empieza la de nuestros hermanos”. (Magdalena Ruiz Guiñazú)
El cambio no sólo se dio en el común de la sociedad, sino en el quehacer de los intelectuales, lo explica claramente el sociólogo Hernán Ruggirello: “Tiene que ver con un paso que fue el de la modernidad a la posmodernidad. Comienza a darse cada vez menos la existencia de teorías o relatos como suele decirse unificadores. Es decir, ya no existen grandes teorías que intentan comprender diferentes esferas como ser la política, economía, cultura, sociología, el marxismo, liberalismo. Las escuelas clásicas, siempre tenían algo que decir, o algo que explicar cualquiera sea la disciplina. Después, relacionado con la idea del individualismo, cada disciplina empezó a desarrollar para sí misma diferentes corrientes, que daban cuenta solamente de su tema. Siguiendo la misma tendencia, ya no interesa explicar un todo, interesa explicar las partes. Es decir, se terminaron las utopías, no se puede explicar todo desde un solo punto de vista, sino que lo que se hace es especializar el conocimiento (de ahí la existencia hoy en día de innumerables maestrías, doctorados, postdoctorados, etc.)”.
La época previa a la dictadura, se caracterizaba por la presencia de utopías, definiendo tales como un fin a conseguir, una ilusión por conquistar que giraba en torno a la necesidad de luchar por una sociedad más justa, igualitaria e inclusiva. La sociedad, en su mayoría, se veía a sí misma, como un colectivo que tenía una meta a alcanzar y conjuntamente se transitaba el camino. Derrumbada esta concepción, nos encontramos actualmente con una sociedad fragmentada, individualista, no es casual la frase popular: “Sálvese quien pueda”. No existe un objetivo común, cada persona tiene objetivos personales, que logrará cumplir por sus propios medios, en base a su suerte, contactos, capacidad, esfuerzo personal. No se concibe la idea de objetivos comunes y cada miembro de la sociedad persigue mejorar su calidad de vida para lo cual, no se vislumbra que sea necesario mejorar la sociedad en su conjunto. Es decir, de las utopías, hemos pasado al éxito individual como objetivo.

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