En nuestro país hay 2100000 hambrientos, el director del Centro de Desarrollo Comunitario dependiente de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Buenos Aires afirma que cada niño que nace en la Argentina y en el mundo, debería tener garantizada su comida y califica a esto como un acto de justicia. En Argentina, de cada 5 personas una no tiene garantizada su comida. Que haya un solo pobre, sostiene, es una catástrofe y considera inútil discutir sobre cifras con 2100000 pobres.
En el marco del primer Seminario Académico de Lucha contra el hambre, el médico veterinario Juan Carr dialogó con Infancia Hoy:
Periodista: ¿Cómo surgió la creación del centro de desarrollo comunitario?
Juan Carr: A los 14, 15 años, había decidido yo dedicarme a la producción de alimentos, como agrónomo o como veterinario y la vida me llevó a ser feliz, a terminar el colegio y a estudiar veterinaria. Pero sobre todo me llevó a dedicarme a la docencia y a la clínica y siempre esperaba el momento de poder volver sobre ese tema (aunque me encantan los animales y la docencia); y hace 9 años conocí una médica que trabajaba en desnutrición y le pregunté: “¿a vos te parece que los médicos y los agrónomos podríamos hacer algo de algún valor en la producción de alimentos?” Me dice: “por supuesto” y me dieron una beca, una fundación norteamericana por tres años, la fundación Andreani por un año, que era el presupuesto familiar mío en ese momento. Bueno, dejé las 2 veterinarias, menos clases y me dediqué a explorar el mundo éste de la desnutrición. Armamos un grupete, tres veterinarios y una médica, después sumamos a tres del prohuerta del INTA y arrancamos el programa Nutrir y el programa Granjas y Huertas y después de 8 años se nos ocurrió que tal vez a nuestra propia universidad le pudiera interesar esto para generar una corriente de profesionales que se dediquen a combatir el hambre. El año pasado el Decano habló con el ministro de educación en ese momento, y bueno, inauguramos entre todos los que soñamos combatir el hambre este Centro de Desarrollo Comunitario, en realidad dentro de él, el Departamento de Lucha contra el Hambre.
En el marco del Seminario Carr informa: “Los menores de cinco años son unos 180 mil que están desnutridos. En el rato que estemos aquí, 8 de estos chicos van a morir. Cada 3 4 horas, un hijo nuestro en nuestro país muere desnutrido. Nosotros sabemos que en nuestro país 8 argentinos confirmados, menores de 5 años mueren por desnutrición infantil. En el 2003, 12 chicos morían por día porque intervinieron para que haya 4 muertes menos, el gobierno nacional, provincial y local, el campo y la Iglesia podríamos agregar. el campo generando empleo y produciendo alimentos y el gobierno con políticas públicas. El gobierno y el campo, miren quienes, estos 2 que ahora... ahí están, entonces salvo que hagamos una movida comunitaria inédita, este enlentecimiento en la situación a mi no me complica, perderé 20 gramos, me compro un malbec menos, la tragedia está en este proceso que estaba mejorando y ahora se detuvo”.
P: ¿Qué objetivos persigue el CDC?
J.C.: Nosotros celebraríamos que con todo lo que significa ésto hubiera un desnutrido menos, un hambriento menos y de máxima en 4 generaciones el mundo podría tener hambre Cero, pero para 2020 en Argentina podría haber hambre Cero, en Sudamérica bajarlo a un 30% y en el mundo bajarlo a un 15%. Pero el objetivo a corto plazo siempre es un hambriento menos. De lo más filosófico es profesionalizar la lucha contra el hambre, nosotros queremos comunicadores, fotógrafos, periodistas, sociólogos, docentes, profesores, científicos, veterinarios, médicos, agrónomos, todas las profesiones en un lugar súper movilizante, donde todos estén representados en lo que significa el combate del hambre. Nos parece que eso fue un concepto bastante revolucionario que es además de asistir, además de aportar, además de dar alguna limosna a los más pobres, ellos merecen un trabajo realmente profesional, ellos merecen ser atendidos por profesionales.
La profesionalización de la lucha contra el hambre trae consigo la posibilidad de que las personas que no tienen el dinero para pagarle a profesionales, tengan acceso a los mismos servicios que los sectores pudientes. Que los docentes trabajen igual con los niños, que los médicos se ocupen de igual modo tanto de la gente que no tiene dinero como de los que si disponen, que pueda haber un abogado con sueldo pago dedicado 8 horas a luchar por los derechos de quienes menos tienen.
P: ¿Cómo detectaron a las personas que tienen hambre?
J.C.: En general cuando hablás con una escuela o un comedor comunitario, preguntás si hay hambrientos y la mitad te dice que sí y la mitad que no. Los que te dicen que no si te permiten ir al lugar, un sábado, generalmente hacés una gran pesada y ahí pesás a todos los chicos y hacés las tablas peso - talla, talla - edad y ahí ves los desnutridos que hay. Otros te llegan porque te llama un médico de una salita que ya conoce desnutridos, una maestra que sabe que hay una familia con chicos desnutridos. En general es muy variable; pero viste que la deficiencia que tenemos ahora es esa, que nosotros con nuestro mapa del hambre que estamos haciendo acá sabemos donde están 71000 personas con hambre y en realidad son 2100000, nos falta un montón. para esto vamos a pedir la colaboración de todos, el que sepa dónde hay alguien que tiene hambre que levante la mano y el que sepa dónde hay un héroe o una heroína combatiendo el hambre también.
P: Una vez detectada la persona que tiene hambre, ¿Qué acciones se llevan a cabo?
J.C.: Hoy más o menos expresamos, esto es el marco teórico, en la práctica es mucho más difícil. En teoría es acercarse a las madres, aplaudir su trabajo de madre ejemplar porque como mujer ocupa un lugar de cuarta en su entorno y para el resto de la sociedad peor porque además de ser mujer es pobre, tratar de que se acerque más a su hijo, mejorar el vínculo, hacer talleres sobre violencia doméstica, sobre comidas, sobre menúes; primero acercarse a la madre que sostiene la familia. Después previo a eso la gran pesada que te decía, pesás y medís a todos los chicos. Los que están desnutridos trabajás con las madres, los médicos, los trabajadores sociales. Después viene la posibilidad de hacer una huerta comunitaria, algunas mujeres se llevan semillas a su casa y hacen una huerta familiar, luego se entregan gallinas y conejos. Los conejos en general no tienen mucho éxito, no les gusta y yo eso lo respeto. Esto es en el marco teórico. Por supuesto faltan algunos factores que sería lo que es la educación, en general actuás con alguna escuela que esté cerca porque la gran herramienta, la herramienta final para erradicar el hambre es la educación y también lo que hacés fuera de eso que no es menor, es la posibilidad de que alguien genere un trabajo digno, sea una municipalidad, una empresa privada o pública. Esos chicos desnutridos lo que en realidad necesitan es que sus padres tengan un trabajo digno que es como la liberación total: la educación para ellos y un trabajo digno para sus padres.
Ante los asistentes al seminario Carr expresó: “Cuando hicimos la primer entrega, siempre algunos decían: estos negros se las van a comer al toque, y de 120 murieron 5 porque se las comió un perro, el resto vivieron al menos 2 años y hasta tenían nombre. Tuvieron una supervivencia que creo que no tiene un pollólogo especialista en cautiverio”.
P: ¿En qué consiste la cátedra de cultura solidaria?
J.C.: Consiste en que, nosotros veíamos hace unos 7, 8, 9 años que cada vez a más gente le preocupaba la comunidad, le preocupaba el prójimo. Entonces dijimos: hay un fenómeno solidario, está pasando algo curioso. Llamamos a filósofos, judíos, católicos, de izquierda, de derecha, agnósticos; dijimos che, queremos ver si acá hay un fenómeno que habría que buscar una base filosófica. Entonces los filósofos decían si hay un fenómeno tiene que poder ser descripto y esas charlas generaron la sensación de que si había toda esta emoción, había todas estas cosas que tienen que ver con la solidaridad, seguramente lo que volvería la emoción en un compromiso era la pedagogía, la cátedra, era el lugar del pensamiento. Fundamos la cátedra, yo fui alumno de la primer cursada, eran 24 clases en aquel momento y venía un especialista en transplantes, en nutrición, en chicos de la calle y ahí le dimos forma a esto. Después aflojó porque la Argentina se sacudió un poco, y ahora estamos volviendo a eso que era muy útil, muy necesario y muy concreto.
P: ¿A quiénes está destinada?
J.C.: Cualquier persona mayor de 16 o 18 años a nosotros nos interesa. Primero la imaginábamos muy post grado, muy ligado a lo profesional o a los terciarios y después nos dimos cuenta que tiene un valor para todos.
P: ¿Llevan a cabo alguna acción para fomentar la solidaridad en las escuelas?
J.C.: Si, en general si, pero eso lo hace muy bien el ministerio de educación. En este momento en la Argentina hay 7500 escuelas y colegios que tienen un proyecto solidario y además todos sabemos que ahí está la impronta, en ese lugar de educación es donde se va a forjar la cosa; pero esto surgió del ministerio de educación y nosotros siempre tenemos relación con una escuela de aquí o de allá. Yo además trabajo en una escuela en la Cava que es un lugar tan particular y tan complejo, es una escuela en donde en un lugar tan complejo socialmente logran que terminen quinto año, o sea es un lugar poco común porque como hoy viste, escuchabas que las escuelas rurales son fotos muy lindas pero que la mayoría no terminan el colegio.
Nuestro país produce comida para 120 millones de personas según las cifras más pesimistas y somos en total 40 millones de habitantes. Tenemos, por primera vez, la posibilidad de ser la primera generación en Argentina con Hambre Cero. Sobre el final del seminario, Juan Carr enfatiza: “Es frecuente que alguien aparezca con un alimento especial súper protéico entonces yo le quiero decir 2 cosas con amor inefable. Si un grupo de personas inventó un alimento barato súper proteico lo celebro porque hubo un grupo de personas argentinas que se puso a pensar en ellos, ese es el éxito. Ahora bien, que cada uno dé lo que quiera, pero creo que la mayoría de los que estamos acá queremos que no haya un alimento especial. Que lo que comen mis hijos lo coman todos los chicos de la Argentina y el mundo, la misma comida que nosotros comemos y no que hagamos una fila para pobres y una fila para los que comemos de todo. Puede ser que haga falta una proteína especial para una situación especial, pero lo que nosotros queremos, nuestra aspiración no es la solidaridad sino la dignidad de que haya hambre Cero y que coman lo que nosotros comemos. Mucho más que una búsqueda de solidaridad, lo que hacemos nosotros es una búsqueda de justicia”.
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