14 abril 2009

El mundo según Monsanto

El Lunes 30 de Marzo por la mañana, en la Facultad de Agronomía, Marie-Monique Robin presentó su libro “El Mundo Según Monsanto”, que deja al descubierto
el gran desprecio por la vida y la política ambiciosa de Monsanto, una de las empresas transnacionales más poderosas del mundo.

Marie Monique es una periodista francesa de 48 años, madre de tres hijas adolescentes y documentalista preocupada por dos cuestiones: la agricultura
(por ser hija de agricultores) y por los derechos humanos. Fue autora del libro y el documental “Escuadrones de la muerte: la escuela francesa”, donde
revela el trabajo realizado por los militares franceses en los 60, que vinieron a “capacitar” a los oficiales argentinos en técnicas de tortura y desaparición
de personas, militares que pusieron al servicio de nuestro pueblo sus técnicas aprendidas con tanta aplicación.

Marie no conocía las características de los cultivos transgénicos hace 7 años, ni tampoco su hermano que es agricultor, pero sí le preocupaba la biodiversidad
y sobre el tema elaboró 3 documentales para la cadena franco alemana Arte. El primero, se llamó “Los biopiratas”, y se centraba en la privatización de
los organismos vivos y las patentes. Al respecto ella narra: “En Méjico se siembra el maíz y una gran cantidad de frijoles, de todos los colores. Allí
viajó un agricultor norteamericano y compró una bolsa de frijoles amarillos. Los sembró y luego patentó el cultivo en Estados Unidos. Ahora, los campesinos
mejicanos que vendían frijoles a Estados Unidos, deben pagar por un cultivo que producen hace miles de años, al exportar. Y así me encontré con muchos
casos y conocí a Monsanto, que tenía más de 600 patentes en 2004”.

El segundo documental de la serie se llamó “Trigo, crónica de una muerte anunciada”, donde se abordaba la reducción de la calidad en el trigo desde la aplicación
de pesticidas incorporados con el apoyo de la FAO durante la revolución verde. El padre de Marie confiaba en el argumento que esgrimían durante este proceso:
la reducción del hambre, y sus tíos actualmente sufren de cáncer por la reiterada manipulación de pesticidas, su padre no se enfermó porque mayormente
se encargaba de los animales. En Canadá, Monsanto quiso fabricar trigo Roundup ready, como la soja, pero Green Peace lanzó una campaña muy notoria en contra
y los agricultores lo rechazaron ya que exportan trigo a Europa y Japón y en estos países, salvo en España, la gente no consume productos transgénicos
y además ya experimentan las consecuencias de haber incorporado granola transgénica que termina matando a la granola orgánica.

Para el tercer documental, la periodista francesa recorrió nuestro país y lo tituló: “Argentina: la soja del hambre, la pesadilla del oro verde”. Naturalmente,
aquí volvió a tomar contacto con Monsanto, por lo que decidió emprender una investigación sobre la empresa a fin de informar y dilucidar si podría confiar
en esa compañía cuyo objetivo según menciona en su página web, sería ayudar a los campesinos del mundo a producir alimentos más sanos al punto que se reduce
el impacto sobre el ambiente.

El libro fue traducido a 13 idiomas y el documental se presentó en 22 países. Marie señala la sorpresa por la notoriedad que experimentó la investigación
y destaca el completo silencio de Monsanto, que si bien está habituado a juicios contra campesinos, no decidió llevarla a los tribunales por sus comprometidas
afirmaciones.

Nuestro campo: una máquina de producir pobres

Monsanto manipuló genéticamente las semillas de soja a fin de que sean resistentes al hervicida que la misma empresa fabrica. Esta soja, se siembra mediante
el proceso de siembra directa, que consiste en realizar una pequeña rotura del suelo y se ponen las semillas sobre los restos secos del cultivo anterior,
se pasa la sembradora y la labor se simplifica. Las máquinas empleadas a tal fin, se utilizan en campos con gran extensión y son muy costosas, por ello,
los realmente pequeños productores quedan fuera de su utilización. Si los pequeños productores desearan producir cultivos no transgénicos, mediante la
fumigación o bien a través de la polinización, pueden contaminarse con roundup o hervicidas similares a los que las plantas transgénicas son inocuas, no
así los cultivos orgánicos que se arruinan por completo.

En la siembra directa, la alternancia entre varios cultivos contribuye a restituir nutrientes a la tierra, además el resto de los granos, al utilizar los
resabios de la siembra anterior, permiten que la tierra recupere nutrientes, no así la soja, que sólo los toma de la tierra y no retornan.

Por otra parte, en los campos de grandes productores, donde se emplea la siembra directa, la labor que se realiza hace que se prescinda de muchos empleados,
por lo que la desocupación crece en forma exponencial en zonas rurales. Tal como comentan madres del pueblo de Ituzaingo, (Córdoba), la soja crece hasta
en las veredas.

Este tema, parece no preocupar a los dirigentes rurales, tal como señalara Alfredo De Angelis, tan ocupado en manifestar los daños ambientales que causa
la papelera votnia, pero negando los efectos de la soja y los hervicidas. Los análisis que estudian la toxicidad del Roundup fueron realizados por la empresa
Monsanto, además se realizaron sólo en el glifosato, que se vende combinado con unas sustancias que facilitan la incorporación en las plantas y que son
muy tóxicas. Estas sustancias, se encuentran presentes en mayor medida en el producto hervicida que se vende comercialmente, por cuanto el análisis del
glifosato, deja de ser referencia de toxicidad del producto. Incluso, continuando con esta línea de acción que sigue Monsanto, los transgénicos, fueron
autorizados aún antes de que estuviesen en el mercado, por lo que no se podían hacer pruebas respecto de sus efectos.

Por su parte, respecto del conflicto del gobierno y el campo y particularmente de la mesa de enlace, Marie Monique expresa: “–En 2005 entrevisté a Eduardo
Buzzi, estaba furioso por el asunto de las regalías reclamadas por Monsanto. Hablaba de las trampas de Monsanto. Y además hablaba de los problemas que
traía la soja, hasta me puso en contacto con pequeños productores que me hablaron de las mentiras de Monsanto, de la resistencia que mostraban las malezas,
que había que utilizar más herbicidas y que los campos quedaban como tierra muerta. Buzzi sabía todo eso y me decía que cuestionaba ese modelo, afirmaba
que la soja traía la destrucción de la agricultura familiar y me decía que Federación Agraria representaba ese sector, que enfrentaba a los pools de siembra
y a las grandes empresas. Y Buzzi denunciaba mucho este modelo, muy buen discurso. Pero ahora no sé qué pasó. Nunca lo volví a ver y me gustaría preguntarle
qué le pasó que ahora se une con las entidades más grandes, me extraña mucho el cambio que muestra. Y encima Buzzi está con Aapresid (Asociación Argentina
de Productores de Siembra Directa –integrada por todas las grandes empresas del sector, incluidas las semilleras y agroquímicas–), que es la que más gana
con todo este modelo, y que apareció poco en este conflicto. Aapresid manipula todo y está con los grandes sojeros, que no son agricultores y que hasta
promueven un modelo sin agricultores. Entonces no entiendo cómo Federación Agraria dice representar productores chicos y está con Aapresid. Lo de Federación
Agraria es muy extraño, no se entiende”.

Ante la aparición de más y más plagas, los productores experimentan la necesidad de incorporar cada vez más pesticidas, con la contaminación que esto supone.


Diego, un miembro del MOCASE (Movimiento Nacional de Campesinos e Indígenas) proveniente de Mendoza, manifestó la dificultad de revertir esta situación
dado que quienes debieran velar por la soberanía alimentaria y el derecho de contar con las tierras para el cultivo de la población, la Federación Agraria,
quien debiera representar a pequeños productores y no lo hace, es propietaria junto a Monsanto, de una fábrica de semillas transgénicas.

Monsanto incorpora cultivos transgénicos que no sólo contaminan el ambiente, dañan los cultivos orgánicos, provocan desempleo y pobreza, sino también consumen
gran cantidad de nutrientes del suelo como fósforo, calcio y potasio, los que al cabo de 20 años, podrían perderse completamente y debieran recuperarse
a través de químicos muy costosos. Entonces, si bien ahora los productores ganan mucho dinero exportando soja, un 30% en granos y el resto en aceite con
un mínimo de procesamiento, a futuro deberá invertirse muchísimo dinero para poder continuar cultivando el suelo. El argumento de Monsanto para encubrir
el motivo real: su lucro, es mitigar el hambre y no hace falta ser grandes estudiosos para saber que la principal causante del hambre no es la falta de
alimentos, el mundo los produce para el doble de las personas que lo habitamos, sino en la inequidad en su distribución.

Por último, Marie llamó a los consumidores a reclamar por nuestro derecho de saber que alimentos contienen transgénicos, de poder disfrutar de condiciones
dignas en nuestro ambiente, y de una tierra mejor para futuras generaciones. Resulta preocupante que los pobladores de Ituzaingo como tantos otros, deban
vivir en condiciones insalubres, que los niños sigan naciendo con malformaciones, que se produzcan abortos, que los niños sufran alteraciones hormonales,
que la población adquiera discapacidades producto del mal uso de agroquímicos y la fumigación irresponsable de las tierras. Esto ocurre en nuestro país
y nadie, ni los políticos, ni ninguna iglesia ni Monsanto, claro, que no reconoce ninguna relación entre el cultivo de soja Roundup ready y esta población
enferma y ese ambiente insano, nadie, da respuesta a esta gente que en la mayoría de los casos no puede emigrar a otros lugares por falta de posibilidades
económicas. Quizás eso buscan, que dejen las tierras libres, así como obligan a los habitantes originarios, para tener más hectáreas donde sembrar soja.


La soja que no alimenta

Nuestro país es el segundo productor de soja, tras Estados unidos. Actualmente 13 millones de hectáreas acogen este cultivo que se destina en mayor medida,
a exportar en granos para alimentar al ganado de Europa y poco procesado, en aceite.

Esta soja transgénica, aloja restos de glifosato y demás sustancias contenidas en los hervicidas, pero fue donada a los comedores escolares en el marco
de la campaña “soja solidaria”. Así, con el afán de mitigar el hambre que fue consecuencia directa de la crisis en la que estábamos inmersos en 2002, en
los comedores se “alimentaba” a los niños supliendo la carne por soja, soja transgénica que llegaba a los comedores sin haber sufrido ningún proceso destinado
a reducir los restos de plaguicidas tóxicos.

Para complementar el no aporte nutricional, comenzó a reemplazarse la leche de vaca con la mal llamada leche de soja que en realidad resulta ser jugo de
soja. Para extraerlo de los porotos, se donó a los comedores unas máquinas. Este jugo, no se aconseja a niños menores de dos años y ocasiona déficit de
calcio, hierro y vitaminas. Tal como todos los cultivos, el gobierno no controlaba la soja que se entregaba a los comedores, es que desde el 96, ya no
se controlan los efectos de los plaguicidas, ni los cultivos.

Cabe destacar, que en ningún caso, la manipulación genética redunda en mayores beneficios para el consumo humano, tales como un aumento en las propiedades
del alimento, sino que, tal como señala Marie Robin, sin patentes, no habría transgénicos, ya que con éstos, Monsanto sólo busca al ser productora y dueña
de la patente, aumentar sus ingresos en detrimento de la calidad de vida de los pueblos.

¿Quién es Monsanto?

Su país de Origen es Estados Unidos. En Argentina se halla en la provincia de Buenos Aires: Estación Experimental Camet, Estación Experimental Fontezuela
(Pergamino), Planta María Eugenia (Rojas), Planta Pergamino, Planta Zárate.

Hacia 2007 contaba con 720 empleados directos y más de 300 empleados indirectos. En época de cosecha se suman 2.500 adicionales.

Las violaciones de las que se acusa a la empresa pueden resumirse en: Manipulación genética de productos naturales, pérdida de la biodiversidad, Monopolio
de mercado, violación a la soberanía alimentaria, desplazamiento de pueblos originarios, concentración de la tierra, etc. Antes de dedicarse a la producción
y comercialización de agroquímicos, Monsanto fue una empresa de la industria farmacéutica y alimenticia. Fundada en Estados Unidos en 1901 por John Francis
Queeny. Su primer producto fue la sacarina.

En 1928 la compañía comienza con su expansión y adquiere empresas de la industria de químicos de goma y para la industria textil, de papel y cuero. Esta
expansión continúa diez años después, bajo el nombre de Monsanto Chemical Corp, ingresa en la industria de los plásticos y resinas.

Es a mediados de la década del ‘70 cuando comienza a comercializar el herbicida Roundup, que pasaría a convertirse en el herbicida más vendido del mundo.
En 1981 se estableció como foco de investigación estratégico la biotecnología. Casi quince años después varios de sus productos genéticamente modificados
son aprobados para su comercialización, ellos son: la soja Roundup Ready, resistente a glifosato; las papas NewLeaf, protegidas contra insectos; y el algodón
Bollgard, protegido contra insectos. Unos años más tarde es aprobado también el maíz Roundup Ready.

Es en el año 2000 cuando Monsanto decide dedicarse exclusivamente a la industria agroquímica y vende su negocio de endulzantes. En ese entonces avanzan
sus investigaciones sobre la genética del arroz, producto que se unirá a sus anteriores descubrimientos.

Monsanto tiene presencia en los siguientes países: Argentina, Alemania, Australia, Austria, Bangladesh, Bélgica, Brasil, Bulgaria, Canadá, Chile, China,
Colombia, Croacia, República Checa, Dinamarca, Ecuador, Francia, Grecia, Guatemala, Honduras, Hungría, India, Indonesia, Irlanda, Italia, Japón, Jordania,
Kenya, Corea, Malawi, Malasia, México, Países Bajos, Nueva Zelanda, Nicaragua, Pakistán, Paraguay, Perú, Filipinas, Polonia, Portugal, Rumania, Rusia,
Senegal, Singapur, Eslovaquia, Sudáfrica, España, Sri Lanka, Suecia, Suiza, Taiwán, Tailandia, Turquía, Uganda, Ucrania, Reino Unido, Estados Unidos, Venezuela,
Vietnam y Zimbabwe.

Con sede central en St. Louis, Missouri, en los Estados Unidos, emplea a 14.000 personas alrededor del mundo y declara como objetivo “ayudar a alimentar
a la creciente población mundial y preservar nuestra naturaleza y medioambiente a través de la más avanzada biotecnología.”

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